LA SAGRADA MISIÓN DE SER MAESTRO
POR: MÁXIMO RAMÍREZ JULCA
DOCENTE DEL CURSO
“Dejen que los niños se acerquen a mí”.
Jesús:
Para ser ingeniero, abogado, contador, médico etc, etc. basta con tener inteligencia y superar los niveles de enseñanza que existen en los estudios universitarios que al final de la carrera te otorga un título que acredita para desempeñar una profesión. Sin embargo, cabe la reflexión ¿será suficiente eso para tener el alto honor de llevar el título de maestro, como lo tienen los verdaderos maestros?. las respuestas siempre serán múltiples con polémicas de nunca acabar, sin embargo hay que tener presente siempre el aspecto ético-moral para entender, que la grandeza de esta misión de formar y educar, no basta con tener un titulo profesional ni la capacidad intelectual, es necesario sentir ese llamado por la vocación, sentir una verdadera pasión por lo que hacemos. Relativamente en nuestra sociedad es muy fácil ser docente, pero ser un buen docente es más difícil que ser un buen técnico en computación e informática. A pesar de que nuestra sociedad cree que la profesión docente es de segunda categoría, creemos que están equivocados. El desarrollo de un país depende más de sus educadores que de sus ingenieros, sin quitarle mérito a nadie ni su puesto de trabajo mucho menos la importancia de su función. El maestro no sólo tiene que acumular unos conocimientos en su mente, además de eso, tiene que estar dotado de sólidas virtudes, sin las cuales su labor no alcanzará los objetivos ni las metas deseadas. Un verdadero maestro no sólo enseña con tiza y pizarra, mucho menos lo que está escrito en los libros, obviamente usa todo lo anterior, pero enseña con sus propias palabras con sus actitudes, con sus ejemplos, con su paciencia, con su generosidad, con su alegría, con su ternura, con su respeto, es decir con el corazón entendiendo al hombre en su entorno, antes que al alumno. La misión del verdadero docente no es simplemente enseñar a leer y escribir, transmitir conocimientos, sino enseñar a vivir en completa armonía y felicidad en su entorno, proporcionando valores, criterios de vida, definiendo horizontes claros, advirtiendo de los peligros que existe, es decir es un arquitecto de la personalidad humana. Un verdadero maestro es aquel que ama a sus alumnos como a su hijo y dedica su tiempo a darle lo mejor, más allá de las aulas. Su contribución al futuro de la juventud y de la humanidad es invalorable. Sólo ellos entienden el verdadero significado de la educación donde nace la verdadera vocación: hay muchos docentes que sin ser llamados por esa vocación ejercen la profesión y carecen de dones naturales pedagógicos, que difícilmente suplirán. La docencia no es solo ejercicio de la profesión, ni la instrucción especializada de una carrera, sino una responsabilidad permanente de formación humana, amor a la niñez, a la juventud siendo su mayor premio compartir con ellos.